Todo comenzó en febrero de 1941, cuando el Obispado de San Luis declaró la veneración del santo “un culto falso y supersticioso”, que daba lugar a la ocurrencia de “abusos, ebriedades, degeneraciones morales y hasta –eventualmente– hechos de sangre”. Acorde a esto, el Gobierno estableció multas o arresto, a quienes violaran la prohibición de juegos de entretenimientos, venta de alcohol y bailes populares.
Fuente: www.inbicible.blogspot.com
Hacía rato que las relaciones entre el Obispado de San Luis y la familia Alcaraz –“dueña del Santo”– venían deteriorándose, y por lo visto se necesitaba más que un milagro para reencauzarlas. Pero difícil era entonces imaginar lo que sucedería en la tarde del 24 de abril de 1944, cuando el Cristo fue sacado de Villa de la Quebrada y traído por la fuerza pública a esta ciudad de San Luis.
La noticia que recién dos días después apareció reflejada en a penas 7 líneas del diario La Reforma, constituye (junto a La Opinión) una de las pocas pruebas documentales que confirma la existencia de este acontecimiento. El ejemplar guardado en el Archivo Histórico de la Provincia, le otorga así total veracidad a un relato que a lo largo del tiempo se ha pretendido invisibilizar.
La mayoría de las referencias hasta hoy conocidas sobre aquel suceso eran orales, excepto la reseña realizada por José Ignacio Maldonado en su obra de 1988, aunque sin poder precisar la fecha con exactitud. Lo mismo ocurría en breves menciones hechas por un par de autores más que retoman datos del investigador, al reconstruir en nuevos trabajos la historia del Cristo de la Quebrada.
El material periodístico hallado en el Archivo Histórico, permitió a la vez establecer el modo en que fueron desencadenándose los hechos, a partir de febrero de 1941, momento en que el Obispado de San Luis declaró la veneración del santo “un culto falso y supersticioso”, que daba lugar a la ocurrencia de “abusos, ebriedades, degeneraciones morales y hasta –eventualmente– hechos de sangre”.
El gobierno por su parte, a través de sendos edictos policiales, también estableció multas de $20, $50 o arresto, a quienes violaran la prohibición de juegos de entretenimientos, venta de alcohol y bailes populares. Si bien a nadie escapaba el conocimiento sobre los excesos que por lo general tenían lugar durante esta celebración, para algunos la resolución de la Iglesia perseguía un segundo propósito.
Así lo entendió doña Gregoria de Alcaraz, quien al responder a monseñor Dionisio Tibiletti a través de la prensa escrita, calificó el decreto del Obispado de “inexplicable“. En su nota, recordaba las muchas veces que sacerdotes oficiaron misa para el 3 de mayo en el santuario, al tiempo que reafirmaba el sentir cristiano del culto de Villa de la Quebrada, instando a los fieles a seguir participando de su veneración.
Por cierto el pronunciamiento de la iglesia fue el más severo, desde que en 1913 dejó de participar en el acto patronal, por disposiciones relativas a normas de conducta que debía seguir el clero en la administración de las parroquias. El dato se desprende del libro de Maldonado, cuando menciona que hasta ese año, sacerdotes contratados tomaban parte de la celebración religiosa, sin ninguna clase de prerrogativa.
Durante este largo tiempo, no obstante, a fin de regularizar la situación desde el Obispado se llevaron adelante distintas tratativas, para que los propietarios del templo lo transfirieran a las autoridades eclesiásticas. Pero en virtud que las gestiones resultaron infructuosas, a partir de entonces sólo hubo tareas de misionado en algunas casas particulares, la escuela o al ingreso del pueblo.
El cura párroco Juan Mamerto Cangiano, fue uno de quienes en varias festividades patronales concurrió a Villa de la Quebrada y levantó altares fuera de la capilla. Incluso el mismo obispo Tibiletti tomó parte de una misión en junio de 1935, según se invitaba desde el diario La Reforma a todos los devotos del Cristo, para asistir al domicilio de doña Arcelia Gil de Giménez.
En 1944, la Catedral apuraba la terminación de la segunda torre con el reloj. El año parecía tener una significación especial para la Iglesia, que recibe con beneplácito el dictamen de una comisión de notables, estableciendo por fecha fundacional de la Ciudad el 25 de agosto de 1594. Es el mismo día en que la feligresía católica también honra al santo patrono San Luis Rey de Francia.
En Villa de la Quebrada, en tanto, sólo faltan horas para que –como cada 24 de abril- comience el primer día de la novena en honor al Cristo. Luego de barrer la capilla, encender las velas y ordenar los bancos, las hermanas Alcaraz hacen una pausa para compartir unos mates en su vivienda pegada al templo. Mientras esperan la llegada de los vecinos, un grupo policial interrumpe la vuelta de convidados, con la orden expresa de llevarse el crucifijo.
Los adultos ofrecen resistencia, pero al cabo son todos detenidos para que finalmente los emisarios consigan partir con la imagen. En el alboroto nadie advierte la presencia de una de las hijas de quien fue la última “Dueña del Santo“, que manda a un empleado de la casa a ensillar un caballo para dar aviso a su familia en la ciudad. Así lo relataba a poco de cumplir 94 años su nieta, Leila “Chola” Calderón de Suárez, a principios del 2016.
Ella, que con el devenir de las horas sería también destinataria del recado, recordaba cada instante de aquel suceso. “Los creyentes –decía– a viva voz denunciaban: ¡se han llevado preso al Cristo! Todos lloraban desconsolados, preocupados de que el crucifijo no fuese a estar para el 3 de mayo, porque conocida era la historia de que siempre debía permanecer en el mismo lugar, donde Tomás Alcaráz lo encontró dentro de un algarrobo, allá por 1860″.
Después que el Cristo de la Quebrada fuera secuestrado por orden judicial, en la tarde del 24 de abril de 1944, lo que muchos fieles temían iba camino a cumplirse. Desde los primeros tiempos en que el pueblo empezó a venerarlo, este sería el único 3 de mayo que no hubo celebración en la Villa, por la ausencia del crucifijo milagroso y la falta de conocimiento sobre el lugar preciso donde se hallaba.
Pero el joven que cabalga hacia San Luis a traer la noticia, aún abriga la esperanza de poder torcer el curso de los hechos, y apura el paso para llegar a casa de Leila “Chola” Calderón. Allí avisa a su padre, Genaro Calderón, quien antes de partir hacia el lugar busca al doctor Marcial Rodríguez. El abogado era amigo de la familia desde la época cuando cursó la carrera, y vivió en la pensión que daba a estudiantes puntanos, Lelia Alcaraz -hija de Liboria-.
Con el correr de las horas, otro de los medios que informa sobre los hechos es La Opinión. En su edición vespertina del 26 de abril el periódico aporta más detalles, indicando que el procedimiento partió de una denuncia del cura párroco Mamerto Cangiano, ante el juez de crimen, Dr. Carlos Arias. En su presentación el sacerdote invocaba el decreto de febrero de 1941, donde el Obispado había declarado “falso y supersticioso” al culto del Señor de la Quebrada.
En base también al dictamen del fiscal Dr. Francisco Cantisani, es que el funcionario judicial resuelve entonces ordenar la instrucción del sumario y el secuestro del crucifijo que se encuentra en la Villa. A la vez dispone la realización de una investigación por parte de la policía, para “esclarecer la forma en que se realizaban los cultos y destino que se daba a las limosnas y dádivas”.
Del procedimiento participa además el sacerdote Abel Rodríguez Vila, con la única misión de reconocer en el templo las tres imágenes del Cristo. “El del Milagro” -que nunca salió de la iglesia, según los lugareños-; “El Personero” que sacaban en su reemplazo y “El Representante”, que como ocurre ahora se da a besar a los peregrinos. Todos debían ser incautados según la orden judicial.
Si bien el parte de la Policía aclara que el Santo fue traído y depositado en la Catedral (hasta tanto la autoridad eclesiástica dispusiera el destino del mismo), nadie conocía con certeza cuál era el lugar donde realmente lo mantenían custodiado. “Los peregrinos lloraban y seguían viniendo a dejar ofrendas en la puerta de la capilla donde siempre estuvo”, cuenta Margarita Alcaraz, viuda de Vicente Sinforiano Alcaraz.
“En San Luis, donde el reclamo de los fieles para que liberaran al Cristo era mayor que en el pueblo –comentaba “Chola” Calderón-, había gente que aseguraba haberlo visto tirado sobre un mostrador en la comisaría primera de Lafinur y Quintana”. También estaba la versión que hoy sigue sosteniendo Carlos, hijo de Marcial Rodríguez, al indicar que la imagen fue guardada en una caja fuerte del juzgado de Crimen.
Para poder esclarecer este misterio, el abogado Blas Ortiz Suárez tramitó por su parte un recurso de “hábeas corpus”, ante la falta de información sobre el lugar preciso en que se encontraba el Santo. “En aquel entonces, él era secretario general del Partido Comunista de San Luis, y por su condición atea nada lo comprometía en realizar una presentación que fuera en contra de los lineamientos de la iglesia católica”, dice Julio Bravermant.
Pasada ya la celebración de Villa de la Quebrada, que se suspendió por la ausencia del Santo, los periódicos no volvieron a tocar nuevamente el tema. Sus páginas estaban dedicadas a los festejos del 350 aniversario de la fundación de la Ciudad, como así también al control de precios y racionalización de productos, debido a la escasez provocada por la guerra mundial que culminaría al año siguiente.
Con el patrocinio de Marcial Rodríguez el caso llegó al Superior Tribunal, que le dio finalmente la razón al Cristo y lo libera. La imagen retorna a Villa de la Quebrada, aunque sin terminar de resolver el planteo formulado por la iglesia, según lo refleja el diario La Opinión del 28 abril de 1945. Allí mediante un comunicado, el padre Cangiano advierte a los creyentes que el culto no ha sido autorizado, e insiste sobre su condición “falsa y superticiosa”.
Ese año como era costumbre, la fiesta volvió a realizarse sin la presencia de sacerdotes. Hasta que a mitad de noviembre los “dueños del Santo” arriban a un acuerdo con el Obispado. El arreglo establece que la propiedad de la capilla es vendida a un valor de $15.000. Cifra que hoy aseguran descendientes de la familia Alcaraz, fue en realidad de un $1 simbólico para poder escriturar y con la salvedad que el crucifijo del milagro lo donaban.
Imagen San Luis Real
La Villa consiguió de ese modo pacificarse durante mucho tiempo. Llegó el calvario de carrara, el agua potable y más tarde la electricidad con el asfalto. Pero bastó que en la década del ´80 el obispo Laise enfrentara a la intendenta Rosa Woronko, para que la brava jefa comunal mandara a cruzar los camiones del municipio y cortar la procesión el día del Cristo. Esa tarde, según insinuaría uno de los creyentes, “alguien anduvo seguramente cambiando de lugar el crucifijo”.
DICHOS Y HECHOS
(Fotos José La Vía)
Devuelta ya la imagen en vísperas de los festejos de mayo de 1945, laaclaración del padre Cangiano -mediante la prensa- de que el culto seguía siendo falso y no había que “dar crédito a rumores de gracia, ni de castigos puramente imaginarios”, termina por instalar otro incómodo comentario que sólo circulaba entre los devotos del Cristo de la Quebrada. Según la leyenda, el Santo nunca debía ser movido del sitio donde fue hallado. Así lo menciona uno de los primeros relatos que habla de cuando Tomás Alcaraz llevó el crucifijo hasta su casa. Después de unos días advierte que no estaba. Sale entonces a buscarlo y descubre que había regresado al árbol, por lo cual deciden entre los vecinos construir allí mismo la capilla. A principio del siglo XX, otra historia recuerda que al reparar el techo del templo, deben trasladar la imagen a la esquina noroeste de la plaza. Cuando el trabajo estaba casi terminado, el viento lo voló en el mismo instante que también destruyó parte de la casa donde estaba el Cristo. Colocaron vigas más firmes, pero volvió a arrancarlo. La solución obligó a traer un representante del Vaticano para oficiar una misa “pidiendo permiso”.
La imagen más antigua de la capilla en Villa de la Quebrada, y que según la historia fue levantada en el mismo lugar donde se encontró el crucifijo. Año 1920 (José La Vía)
En una nota dada al profesor Hugo Moreno, recordaba Vicente Sinforiano Alcaraz, nieto de quien construyera la primera capilla en la Villa, que “había que tener cuidado porque siempre existió la precaución de no moverlo”. Según la tradición –le explicó al periodista- cada vez que la imagen era trasladada, se les volvía de inmediato o podía provocar un contratiempo. El fallecimiento de monseñor Dionisio Tibiletti, ocurrido el 16 de mayo de 1945, había despertado sugerentes comentarios entre los devotos del Cristo de la Quebrada. Y quienes aludiendo al dicho popular que les da larga vida a los obispos, encontraron un motivo más para incrementar la leyenda, de que el crucifijo nunca debía ser cambiado de lugar. Pasado los años, también incorporarían al relato el nombre del padre Mamerto Cangiano, quien terminó quedándose ciego. Para tiempo después agregar en la desafortunada lista al ex-juez Carlos Arias, por haber muerto en la miseria; y al policía a cargo del secuestro del Santo, que sufrió un accidente. Por el contrario, el otro comentario que no eludían hacer los devotos del Santo, fue la gracia que obtuvo el Dr. Marcial Rodríguez tras asistir a la familia Alcaraz en el reclamo. En prueba presentan los casi 10 años que se desempeñó en el cargo de ministro -aún cambiando de gobernador-, según lo indica Wikipedia, donde aparece mencionado como “el abogado del Cristo”.
Junto a la capilla del Cristo de la Quebrada, en el centro de la imagen aparece el gobernador Zavala Ortiz, acompañado a su derecha por el ministro Marcial Rodríguez (sobretodo blanco).
(Fotos José La Vía)
Recorte de prensa: cuando la familia Alcaraz entregó la capilla y el Santo al Obispado.
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